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Actualidad 04 octubre 2023

Medio siglo de vida en la Universidad Católica Arturo Hernández Sallés: “Cruzado” ayer, hoy y siempre

El autor del Himno Institucional cumplió cinco décadas de trabajo en la casa de estudios, donde ha sido alumno, académico, investigador, jefe de carrera, decano, director General Extensión y Comunicaciones, secretario general, vicerrector de Extensión y Relaciones Internacionales y prorrector.

No podía saberlo, ni advertirlo, desde sus primeros años asociados a la academia, como estudiante primero, y como docente después, ya caminaba por dependencias de lo que un día llegarían a ser espacios de la Universidad Católica.

Fue en su primera infancia educativa. Luego como estudiante universitario. Al poco andar, esto último fue complementado como profesor ayudante en una cátedra. En el Campus Menchaca Lira, conoció a quien sería su esposa por ya 45 años. Su amplia trayectoria profesional, la ha hecho también en la misma Universidad. O sea, toda una vida, a la cual aún le queda mucho por andar, construyendo Universidad.

Hablamos de Arturo Edgardo Hernández Sallés, recientemente distinguido por sus 50 años de notable trayectoria académica en la Universidad Católica de Temuco.

Ayer…

Sólo le faltó nacer en dependencias de lo que hoy es la Universidad Católica de Temuco, y en particular, en el Campus Monseñor Alejandro Menchaca Lira. Y es que si bien Hernández Sallés, de 69 años de edad, nació en Vicuña “el pueblo de Gabriela Mistral”, apunta; fue el trabajo de “funcionario bancario” de su padre, que lo transformó en un permanente viajero conviviendo con mucha gente, que no tantos amigos, porque apenas los comenzaba a conocer debía cambiar de domicilio para volver a empezar. Pero fue ese contacto con distintas personas, del campo o la ciudad, las que moldearon esa personalidad socialmente cercana.

Fue en ese periplo y estando en Temuco como, sin imaginar, ingresó a cursar tercero y cuarto básico en el Instituto de Humanidades… ¿Dónde? En lo que es hoy el Campus Menchaca Lira. “O sea, la conozco desde antes de que fuera Universidad”.

Aunque no sabe las características de su signo zodiacal, Capricornio, se define como “una persona en general sencilla, afable, responsable, amante de su familia y de su trabajo”. Consultado sobre cómo cree que lo ven sus pares o estudiantes, estima que debe ser “más o menos parecido (a como se autodescribe)”, lo que ejemplifica con la anécdota de que “a Monseñor (Héctor) Vargas le llamaba siempre la atención y lo decía a otros colegas de la Universidad que yo era Don Arturo. No era el académico, Arturo Hernández, el Arturo, o el Decano Arturo y creo que tiene que ver con ese don de una persona gentil, afable, cercana”, que heredó de la primera institucionalidad educacional… la familia; y en particular, sus padres.

Dice que el “Don” vendría de la acepción que da cuenta de habilidades blandas. Pero al presentarle una segunda descripción “De-Origen-Noble”, asegura que igual le cuadra “si lo entendemos como nobleza, persona recta; pero obviamente que no me calza con lo nobiliario”.

Pasaron los años e ingresó a estudiar en… La Pontifica Universidad Católica “y la razón, como muchas veces ocurre, por la influencia de una profesora. Me gustaba leer y escribir; entonces, tenía desarrollada esa veta, la profesora me fue entusiasmando mucho con esa área y entonces decidí estudiar Pedagogía Media en Castellano, siguiendo ese modelo”.

A poco andar, en tercer año de formación superior, era estudiante y fue contratado como funcionario. En esta esfera, nuevamente las herramientas adquiridas en su crecimiento y convivencia con distintas personas le sirvieron para hacer y vivir “universidad”, en el más amplio sentido de la palabra. Donde todos construyen y caben todas las ideas, porque la llegada a la Universidad “abrió una serie de capacidades que estaban ahí, un poco dormidas, y entonces rápidamente me empecé a desenvolver como líder entre mis compañeros, empecé a tocar la guitarra y también muy pronto ya era ayudante de (la cátedra) gramática sincrónica”.

… Hoy…

Hace unos días, fue distinguido por sus cincuenta años de trabajo en la Universidad (sin incluir sus años de estudiante). En la Pontificia, primero; y en la Universidad Católica de Temuco, actualmente, donde se ha desempeñado como jefe de carrera, decano, director general Extensión y Comunicaciones, secretario general, prorrector y vicerrector de Extensión y Relaciones Internacionales. Y como si fuera poco escribió: “…orgullosos y confiados construimos sociedad, de Temuco, la Católica, nuestra Universidad”. Vale decir, el himno institucional.

Con los años, ha visto en primera persona los cambios propios y naturales de la sociedad y, en este caso, en la vida universitaria. “He visto los progresos y dificultades que han pasado en estos años”, precisa; por lo que no se detiene en augurar una promisoria continuidad de éxitos para esta casa de estudios, con el desafío de seguir en la inclusión “porque nuestra universidad es líder en eso” e “ir “aggiornándose”; es decir, ir adecuándose y poniéndose al día en los tiempos que estamos viviendo. La antigua torre de marfil ya es pasado. Hoy se espera que la Universidad se vincule de una manera más clara, más nítida, más fresca con el medio; entonces hay un cambio ahí prácticamente paradigmático, sin dejar de hacer lo que le corresponde, que es la generación de conocimiento como una de sus principales tareas”.

Con tantos años en la UC, se define “cruzado” en el más amplio sentido de la palabra, es decir, en cuanto a sentido de pertenencia. Y es que “para nadie existe duda alguna de que tengo un cariño entrañable por la institución que diría, forma parte de mi ADN”.

… y siempre

No cabe duda que ama la Universidad Católica, en sus distintos momentos. Pero ama aún más la mayor institución social, amparado también en principios cristianos: su familia. Compuesta por su esposa Bruni Troncoso Ascencio, desde hace 45 años. También Profesora de Castellano y a quien conoció… en el Campus Menchaca Lira.

Sus hijas son Andrea Soledad, quien es médico pediatra y su legado es procurar salud y un mejor vivir a las personas. Paula Loreto, quien desde su trabajo de diseñadora, explora la creatividad. Y María Constanza, “una niña especial”, “responsable de la resiliencia que tengo y de la paciencia que es otra de las virtudes que me reconocen, de la entereza frente a los problemas. El hecho de tener una niña con una discapacidad severa como es una parálisis cerebral, forma un temple que creo que es muy importante. Y creo que también hay otra cosa importante y que es que ella ha sido uno de los principales factores de unión de la familia; así es que ha cumplido su rol en la sociedad también. En mi sociedad, en la familia ha cumplido un rol fundamental”.

Más allá de su vida en la academia, Don Arturo sigue transitando entre la Universidad y la familia. Entre la familia y la Universidad. Escribiendo, fotografiando aves, pintando cuadros. O sea, sesenta y nueve años de historia con un ayer, un hoy y un siempre. En especial, un siempre. Porque quienes lo conocen, quieren un “Don Arturo” para siempre. En buen chileno… para rato.