En una casa del sector Pedro de Valdivia en Temuco, cada semana florece una amistad. Allí vive Mirta Orias, de 70 años, quien hace más de ocho años es beneficiaria del Programa de Atención Domiciliaria para Adultos Mayores (PADAM Lanín), una iniciativa del Hogar de Cristo que brinda acompañamiento y apoyo integral a personas mayores en situación de vulnerabilidad. Pero desde hace un tiempo, Mirta ya no solo cuenta con el respaldo del programa, sino también con la compañía cercana de dos estudiantes voluntarias de la Universidad Católica de Temuco: Jazmín Beltrán y Amapola Garrido.
“Primero tenía una flor, ahora tengo dos. Tengo dos compañeras, mis flores, mis amigas”, dice Mirta con ternura, refiriéndose a Jazmín, estudiante de Ingeniería Comercial, y Amapola, estudiante de Pedagogía en Educación Diferencial. Para ella, más que visitas, son compañía, escucha y cariño. “Hablamos durante todo el verano por teléfono. Las voy a echar de menos después”, agrega emocionada.
Una amistad que se cultiva
Jazmín llegó al voluntariado PADAM luego de ver un video en el Aula Magna de la UCT. “Mostraron todos los voluntariados y me llamó mucho la atención este. Sentí que podía aportar desde el acompañamiento emocional, que es algo muy necesario. Muchas personas mayores no tienen redes de apoyo”, cuenta.
Amapola se sumó este año y rápidamente se integró al trabajo junto a Jazmín. Para ella, el voluntariado ha sido una experiencia enriquecedora tanto a nivel personal como profesional. “Estudiando Educación Diferencial, esto me ayuda mucho. He podido conocer el contexto de trabajar con personas mayores, escuchar sus experiencias, conversar, estar presentes. Es más que nada eso: el acompañamiento humano”.
Un puente entre generaciones
El voluntariado UCT junto al PADAM Lanín es parte de una alianza estratégica en vinculación con el medio que permite a estudiantes de nuestra Universidad, participar en el acompañamiento domiciliario a personas mayores, generando un valioso espacio de encuentro intergeneracional.
Esto, en palabras de Ana María Galaz, Coordinadora del Voluntariado Institucional, “es una privilegiada instancia que permite dar un componente esencial para la formación integral de las y los estudiantes: el servicio que es expresión del anhelo, que permite salir al encuentro desde una solidaridad, que se compromete y transforma la vida”.
“Para nosotros es fundamental convocar a los jóvenes a involucrarse en acciones concretas que beneficien a las personas mayores en situación de vulnerabilidad. Se generan vínculos importantes que contribuyen a disminuir la soledad y visibilizan la realidad que viven muchos adultos mayores en Chile”, explica Daysi Aguilera, jefa de la unidad PADAM Lanín.
Agrega que los voluntarios UCT se han transformado en un aporte clave para el programa: “Destaco su compromiso, alegría y cercanía. Son personas amables, empáticas y adaptativas, que logran conectarse con la realidad de nuestros participantes”.
Compromiso con sentido
Desde el voluntariado institucional UCT, Anaís Astudillo, estudiante de Trabajo Social y coordinadora del equipo de estudiantes voluntarios PADAM, señala que esta experiencia fortalece tanto a los estudiantes como a la sociedad: “A través del acompañamiento domiciliario, contribuimos al bienestar de las personas mayores y, al mismo tiempo, desarrollamos habilidades y valores que nos forman como profesionales comprometidos con el servicio y la solidaridad”.
Para Mirta, esa solidaridad se ha transformado en afecto. Ella, que crió a una hija y cuatro varones, hoy valora profundamente estas nuevas relaciones. “Yo tuve solo una hija, pero con ellas es como tener más. Las chiquillas son muy amables, muy queridas. Que más jóvenes se sumen, que no lo piensen tanto. Uno agradece mucho no estar sola”.
Y así, entre compartir un café, recuerdos y conversaciones, Mirta, Jazmín y Amapola construyen algo más grande que una visita semanal: un vínculo que crece, como las flores, con tiempo, dedicación y cariño.