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Actualidad 10 noviembre 2023

Los desafíos de la formación doctoral en ciencias sociales para la sociedad actual

Nuestra sociedad ha enfrentado variadas coyunturas en los últimos años, que en muchos casos han hecho cuestionar aspectos que por momentos parecieron asentados y/o consolidados. De igual forma, muchos de los desarrollos de esas coyunturas tampoco tuvieron los efectos que en su minuto se esperaron, lo que renueva la relevancia tanto de la teoría como de los datos empíricos relacionados a lo social, lo político y lo cultural. Por ejemplo, la reciente pandemia de COVID 19 introdujo, como se esperaba, cambios significativos en la forma de trabajar y organizarse en una serie de industrias hasta el día de hoy, pero de igual manera varias otras volvieron a ser muy similares a como eran en 2019. Describir estas diferencias y explicar sus motivos, así como sus asimetrías internas y desafíos éticos y organizativos, por ejemplo, es una agenda de investigación atractiva y necesaria para ciencias sociales hoy.

El contexto anterior coincide con el desarrollo y proliferación de una variedad muy interesante de programas doctorales en Ciencias Sociales en Chile, que prometen en convertirse en alternativas cada vez más competitivas respecto de programas similares en el extranjero, permitiendo proyectar un ecosistema de investigación más robusto en estas áreas en el contexto de las universidades nacionales.

De este modo, se considera que las recientes crisis representan tres desafíos que los programas de formación doctoral en ciencias sociales deben enfrentar, sin perder el sentido de sus disciplinas ni los elementos centrales de la tradición de la formación a nivel doctoral. En primer lugar, las crisis actuales, tanto a nivel de la legitimidad democrática, de la emergencia climática, de la movilidad humana, entre otras, muestran la relevancia tanto de la escala global de los problemas, como también del enraizamiento local de sus lógicas y efectos. En ese sentido, los programas doctorales deben desarrollar enfoques y sensibilidades que no necesariamente opten por privilegiar lo global o lo local, sino que justamente aborden la interacción y encadenamiento de esos niveles.

Otro aspecto refiere a la importancia creciente de lo interdisciplinario. La pandemia del COVID 19 relevó el rol de las ciencias sociales, sobre todo para entender los comportamientos, las limitaciones diferenciadas que experimentaban grupos de la población, los sentidos que las personas le daban al riesgo y a sus decisiones y los efectos sociales de la pandemia. Sin embargo, también se pudo apreciar la necesidad por parte de las ciencias sociales y políticas de poder dialogar adecuadamente con el conocimiento, lenguaje y productos de otras disciplinas. El caso de la crisis climática tiene varias similitudes, en tanto los fenómenos geológicos interactúan con los comportamientos sociales que dan forma a lo que se ha descrito como el Antropoceno.

En este sentido, sin necesidad de que los programas doctorales en ciencias sociales se definan o constituyan como interdisciplinarios o que deban cambiar su identidad y sentido, parece cada vez más necesario que cuenten con instancias que les permitan apertura al diálogo informado y honesto con otros conocimientos, habilitando a las futuras doctoras y doctores para un trabajo interdisciplinario que puede llegar a ser cada vez más común y requerido en el mundo académico y público, como por ejemplo, sugiere la revisión de los más recientes instrumentos de fomento a la investigación disponibles en diferentes partes del mundo.

Finalmente, un elemento central de los cambios recientes dice relación con las nuevas tecnologías y el salto cualitativo que han experimentado tecnologías como Data Science, Aprendizaje de Máquinas, Inteligencia Artificial, entre otras. Ello no sólo hace necesario, como se dijo antes, que las doctoras y doctores en ciencias sociales y políticas se alfabeticen en materias complejas pero necesarias para comprender el mundo actual, sino que, además, a partir de esos conocimientos, puedan innovar metodológicamente. En algunos casos, ciertos cánones de las metodologías de las ciencias sociales muestran escasas variaciones en los últimos 20, 30 o 40 años. Las nuevas tecnologías tienen potenciales insospechados, muchas veces entregando nuevos tipos de datos para la investigación social y política, nuevas herramientas para el análisis, capacidad para analizar escalas desconocidas de casos, entre otros posibles desarrollos futuros. Mucho de esto se está desarrollando hoy, por lo que los programas deben tener apertura y flexibilidad para ir incorporando estos elementos en la medida que se vayan desplegando y consolidando en las diferentes comunidades científicas y epistemológicas que componen estas disciplinas.

De este modo, el desarrollo de una multiplicidad de programas doctorales es una buena noticia para las ciencias sociales en Chile, pero ello debe estar acompañado de una reflexión sobre las proyecciones de desarrollo que tendrán estas disciplinas durante el ciclo de vida académica de las y los doctorantes que entran hoy a nuestros programas.