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ElMostrador.cl 07 septiembre 2021

¿Cómo nos inmunizamos contra las teorías conspirativas?

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El actual escenario de pandemia nos resulta más optimista que hace algunos meses pues las cifras de contagio han disminuido, y más de un 70% de la población ya se encuentra vacunada con el esquema completo. Sin embargo, todavía quedan tareas pendientes frente a la otra pandemia que ocasionó el COVID-19 denominada “infodemia” por la Organización Mundial de la Salud. Ésta se refiere a la excesiva cantidad de información (y desinformación) generada y propagada por medios tradicionales y digitales, dificultando que las personas puedan discernir aquella que proviene de fuentes confiables y seguras. De esta manera, no solo hemos tenido que lidiar con un contexto amenazante por la posibilidad de contagio, propagación y otras consecuencias del virus, sino también con el surgimiento y la proliferación de diversas teorías conspirativas con respecto al origen, causas y tratamientos para el COVID-19.

Entre estas conspiraciones destacan ideas que plantean que el virus es un arma biológica que busca desestabilizar el mundo o reducir la población mundial a través de la tecnología 5G, las cuales coexisten con afirmaciones que sostienen que el COVID-19 fue creado por Bill Gates para beneficiar a las farmacéuticas, quienes rápidamente desarrollaron una vacuna que contenía un chip para controlar a la población, entre otras. Aunque estas creencias, para muchos, se tratan de ideas absurdas y descabelladas que generan un rechazo inmediato, para otros son altamente atractivas. Frente a lo anterior, cabe preguntarse ¿por qué las personas se ven seducidas por estas teorías conspirativas? Quienes investigan estas temáticas han planteado que creer en teorías conspirativas satisface necesidades psicológicas importantes, pues éstas nos proveen de respuestas en escenarios de incertidumbre y nos orientan definiendo culpables y víctimas, sugiriendo en quiénes podemos confiar. Además, las teorías conspirativas poseen un mensaje en el cual se revela un conocimiento prohibido, obtenido a través de una documentación exhaustiva pero sesgada que revela “una verdad que otros no quieren que se sepa”, que dota de poder, superioridad y soberbia a quienes creen en éstas, pues solo ellos son capaces de entender el “panorama general y el resto vive en el engaño”.

Aun cuando un 20% de la población cree en teorías conspirativas, la gran mayoría de las personas propiciamos fortalecer nuestra inmunidad a éstas, buscando información proveniente de sitios confiables basados en evidencia científica. Desde la psicología social sabemos que los grupos, por muy pequeños que sean, pueden ejercer una fuerte influencia en los demás, llevándolos a modificar sus actitudes y conductas. Es por ello que la mera exposición a teorías conspirativas y su amplia difusión a través de redes sociales han demostrado consecuencias perjudiciales extensibles a toda la población. A modo de ejemplo, la literatura científica ha reportado que quienes creen en teorías conspirativas son más proclives a buscar “curas mágicas” para el COVID-19 (consumiendo cloroquina e hipoclorito de sodio); además, están menos dispuestos a usar mascarillas, a mantener la distancia física y reportan menor intención de vacunación contra el virus, entre otros.

A pesar de lo difícil que es cambiar las opiniones de quienes creen en teorías conspirativas, no estamos ajenos a tener que lidiar con personas que creen en ellas, por lo tanto ¿cómo podemos tratar con quienes creen en teorías conspirativas? Una estrategia ampliamente utilizada ha sido desmentir, agresivamente con hechos objetivos, los argumentos conspirativos infundados. Sin embargo, la literatura científica ha señalado que este abordaje no es efectivo. La confrontación de las creencias conspirativas actúa como un argumento a favor que reafirma, a quienes creen en teorías conspirativas, que poseen información privilegiada que otros buscarán ocultar y negar a cualquier precio. Como consecuencia, estas creencias se vuelven resistentes a cualquier argumento en contra. En palabras de Carl Sagan: “No puedes convencer a un creyente de nada porque sus creencias no están basadas en evidencia, están basadas en una enraizada necesidad de creer”. Por lo tanto, el desafío que tenemos como sociedad para tratar con personas que creen en teorías conspirativas es reconocer y acoger empáticamente las preocupaciones y los motivos psicológicos que surgen frente a esta necesidad de reducir la incertidumbre.

 

Dra. Camila Salazar-Fernández
Dra. María José Baeza-Rivera
Laboratorio de Interacciones, Cultura y Salud, INCUS-Lab
Universidad Católica de Temuco